Poseen las funciones de varios instrumentos en uno, realizando los cálculos de descompresión, y alertando en caso de sobrepaso de tiempo y profundidad. Es decir, reemplazan el reloj, el profundímetro y la tabla de descompresión. Los modelos más avanzados también hacen de termómetro y de manómetro.
El inconveniente es que pueden fallar, por lo que es recomendable llevar las tablas plastificadas, así como un reloj o un ratímetro de repuesto. Si se ha realizado un esfuerzo intenso en el fondo es mejor prolongar las paradas a la menor profundidad, 3 metros, más allá de lo que marca el ordenador.
Los ordenadores son más flexibles que las tablas de buceo, ya que pueden tomar en cuenta los diferentes niveles de profundidad alcanzados, haciendo cálculos más complejos. Algunos también fijan las paradas de descompresión, que reducen el riesgo de que se formen pequeñas burbujas de nitrógeno en el cuerpo. Si se realizan repetidas inmersiones en el día el ordenador podrá decir con exactitud el número máximo de inmersiones que se pueden hacer.
El aparato ideal no existe. Se deben evitar aquellos que muestren unas indicaciones pequeñas y difíciles de leer, los que tengan un límite de profundidad obligatorio y duración de descompresión limitada.
Un buen ordenador debe ser simple y eficaz, con una precisión de alrededor de 0,5 metros. La puesta en marcha automática no debe ser superior a 1 metro de profundidad, con datos de buceo en altitud hasta 2.500 metros. Su temperatura de uso, debe ir de entre -5ºC y 40 ºC. La alarma sonora debe ser audible a más de 1,5 metros, y debe poseer una autonomía superior a 200 inmersiones o a 1000 horas.
Así mismo son favorables los ordenadores que conserven las indicaciones de reloj y profundidad aun en caso de avería.